Tudo está bem



Me gusta pensar que leerás esto, que alguien verá esta nota y te dirá “mira, el Negro aun te recuerda y lo hace con cariño” si eso pasara, si la leyeras, te quisiera decir que ya es 2017, el mundo no se acabó como pensábamos que lo haría en el 2000, las computadoras no colapsaron y no, no hay patinetas voladoras ni hemos alcanzado marte. Pero eso tu ya lo debes saber, sólo quería compartir contigo mi frustración sobre lo que no pasó. Que divertido hubiera sido ver el  fin del mundo tu y yo agarrados de la mano mientras todo se iba a la mierda, pero no, no fue así. 
Es 2017 y no salvé el mundo, no aún. No descubrí la cura contra el cáncer, bueno, ni médico fui al final. Lo más cerca de la práctica médica que he estado es la enfermera que consoló mis noches hace años. 
No armé la revolución, eso era muy caro y muy peligroso, me dijeron que la gente podía morir, así que decidí que mejor no nos agarrábamos a balazos. A veces protesto en redes sociales, me indigno y digo que haré algo, como todos. Y termino sin hacer gran cosa.
Jamás regresé a Lisboa, esa ciudad que juramos sería nuestro hogar, y tampoco recorrimos Estambul juntos, ni entramos a Asia por el Bósforo vestidos de macedonios, ni leímos a Poe y su poesía imposible en voz alta en aquel parque de Boston que tanto te gustaba. 
Dios y yo no nos reconciliamos jamás, a veces medio nos hablamos, pero la verdad es que nunca nos reconciliamos.
Tuve un hijo, y no, no fue contigo, pero decidió que este mundo estaba de cabeza y se regresó con Él, con el que no me reconcilio. 
En estos años he conocido gente estupenda que ha poblado mis días y les ha dado un sentido, pero también he conocido a otras que desearía que no existieran, ya sabes, gente que te roba tiempo, energía y te consume el amor. A pesar de eso, por más que me esforcé, nunca odié a toda la humanidad como decíamos que lo haríamos.
Contra todos los pronósticos no me maté haciendo cualquier cosa estúpida de esas que solíamos hacer, que soñábamos hacer y que alguien nos pagara por ello. Sobreviví y estoy mucho más entero de lo que se podría pensar, si, huesos rotos aquí y allá, algún órgano con mal funciones crónicas, pero nada grave, llegaré a los 60. 
A pesar de todo lo intenté de nuevo, no una, varias veces, soy algo así como un Ross Geller región 4, muchas separaciones, muchos intentos, muchos fracasos, pero lo intenté, juro que lo intenté. Por mi no ha quedado. Nunca te busqué en nadie, lo siento, pero mi luto fue diferente, nunca me aferré a encontrar tu sustituto ni el de nadie, si, es cierto, tu ausencia cala hondo, pero se que nadie sustituye a nadie, eso me lo enseñaste tu, de ti aprendí que cada día y cada persona son una página nueva donde comenzar desde el principio, y ahora sé que existimos personas que hacemos de nuestra vida algo parecido a un cuaderno de bosquejos, en donde cada página es un proyecto de algo que jamás se concreta, pero uno diferente, nuevo y emocionante al fin y al cabo.
Quiero decirte que hace poco, por fin, conocía a alguien que puedo decir que me recuerda mucho a ti; al igual que nosotros tendrá un pasado que parecerá el de otra persona, al igual que nosotros estará tan desconectada de su vida como lo estuvimos nosotros , algún día verá sus viejas fotos, si es que conserva alguna, y verá, con franco estupor, que esa cara asustada es la de otra persona que nunca fue, la de alguien que no tiene nada que ver con lo que es ahora, así como yo y como estoy seguro, tu lo estás. 
Sentí pena por ella, quise abrazarla y decirle “no te preocupes, todo estará bien, en 20 o 30 años te sentarás un día a hacer un estúpido recuento de tu vida y terminarás muerta de risa, de gozo y de alegría al comprobar lo enormemente absurda, inconexa y divertida que ha sido tu vida”
Eso me hizo recordar cuando que me decías que nuestra vida sería la de un personaje de novela rusa, tenías tanta razón. Hoy, que gracias a una sencilla reflexión que hizo una querida amiga en las redes sociales me puse yo a hacer la mía, me doy cuenta de cuantas cosas he vivido, de todo lo que dije que haría y no hice, pero también, de todo lo que no imaginaba que podía hacer y que logré. La vida, mi vida, es como una gran novela rusa, épica, disparatada, sin sentido, pero con un gran, gran sentimiento, es como un enorme y cristalino espejo que se refleja el alma, mi humana alma.
Intenté ser normal, juro que lo intenté, intenté llevar una vida de 9 a 7 y de cervezas los jueves con los amigos. Intenté echar raíces y que estas dieran frutos, hasta tengo un número de seguro social que lo prueba, una cuenta de AFORE y fotos de una mujer que fue mi esposa, recuerdos de una mujer fue mi amante, copias de recibos de nómina, cartas de un banco cobrando un crédito que algún día tuve, hasta compré una casa ¿puedes creerlo? El negro con domicilio fijo.
Es 2017, estoy en la antesala de estar viejo, pero solo de edad, aún quiero regresar a Lisboa, y entrar a Asia y cagarme de frio en el imposible viaje del trans siberiano, y tomar fotos de los sufís y viajar por el desierto y cabalgar con los mongoles. Aún es tiempo, mientras tanto, te recuerdo, y me gustaría que sepas que he vivido fiel a mi, que nunca he callado nada que tuviera que decir, que nunca he besado la bota de nadie, que, como decíamos “para verme de rodillas hay que cortarme las piernas” nadie me ha visto de rodillas porque nadie ha podido cortarme las piernas, lo han intentando, mucho más últimamente, pero, como decía mi padre, contra lo hijos de Caín no hay quien pueda.
Es 2017 y soy feliz porque cada día que despierto lo hago sin tierra, pero sin amo, lleno de amor y agradeciendo lo que tengo, básicamente como hace 30 años cuando tu y yo jurábamos que correríamos el mundo juntos.
Es 2017 y todo está bien, nada está donde se supone que debería estar, pero por alguna extraña razón todo está mejor de lo que imaginamos que estaría en un futuro que es hoy.

Francisco Juarez.

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