El maldito vicio de hacer bien las cosas
Hoy es el día de la fotografía. Soy fotógrafo, después de muchos años de hacerme pendejo lo reconozco, como quien después de amanecer cada semana tirado en una banqueta reconoce que es alcohólico.
“Hola, soy Paco y soy fotógrafo”
Quiero conmemorar este día haciendo una reflexión.
Hago fotografía química desde los 80’s, desde que no había otra cosa con que hacer foto. Soy un aferrado a la fotografía química o, como mal le llaman “análoga”. No la dejo y no la dejaré jamás por dos razones: La primera es porque la foto química representa un proceso creativo, no es solo ver algo, apuntar la cámara, darle click y ya. No. Es todo un proceso, primero de entendimiento del mundo, después, de pensamiento, y por último, el proceso de crear, de dar forma a nuestra percepción del mundo, a esa manera particular que se tiene de entenderlo. Pero ¿no se puede hacerlo también con soportes digitales? Si, si se puede. Y si se puede, entonces ¿por qué hacernos tontos, gastar dinero y tiempo haciendo las cosas de forma difícil?. Contestar esto me lleva a la segunda razón.
La tecnología, sobre todo esta era digital que vivimos, nos ha arrebatado en menos de una generación, la costumbre y la necesidad de las cosas bien hechas. Anteriormente, por ejemplo, uno cuidaba su letra, era nuestra carta de presentación, hacíamos trabajos y tareas a mano, con nuestro “puño y letra”. Las cartas de amor se escribían a mano, la sangre y la pasión hablaban por nosotros a través de nuestra letra, de nuestra ortografía. Era importante tener una letra legible, y, deseable, una letra bonita, por consiguiente uno hacía ejercicios de caligrafía para lograrlo, invertía tiempo en mejorar la letra, la ortografía.
Hoy día se escribe más, leemos más, leemos cientos de palabras al día, escribimos cientos de palabras al día, estamos en contacto con personas a distancias inimaginables de manera inmediata, la forma, el tamaño y le legibilidad de nuestra letra ya no importan, en muchos casos ya ni la ortografía importa, no importa hacer las cosas bien, se privilegia la inmediatez y el volumen por encima de la calidad. Esto se repite en todas las ocupaciones humanas, la música, las artes visuales, las cuestiones prácticas de nuestra vida, para todo o casi todo, hay una artilugio tecnológico dispuesto, inventando y trabajando para “facilitar” nuestra vida y corregir nuestros errores.
Con la fotografía es igual. Ya no se cuida la toma, ya no se piensa ¿para que? Se pueden hacer literalmente miles de fotografías en una tarde, la lógica dice que de varios cientos, una, por lo menos una debe de ser buena, ergo, la tecnología nos quita el esfuerzo de hacer las cosas bien a la primera y nos facilita la manera de obtener un resultado deseado a través de ella.
Con la foto química no ocurre así, se cuenta con un número finito de oportunidades para hacer una buena foto, uno se detiene a pensar la toma, a analizar la escena, es entonces cuando mi percepción del mundo me asalta y mi pensamiento corre en esa dirección, con trabajo y técnica es posible que alcance a decir en una imagen lo que mi mente percibe. Si, obvio que se puede hacer todo eso en digital, pero, por lo menos para mi, la tecnología es traicionera, es tentadora y no quiero perder la costumbre de hacer las cosas bien a la primera, como se debe hacer. Vida solo hay una, no tenemos segundas oportunidades, las posibilidades son limitadas y preciosas, como en la foto química.
Feliz día a todos lo que como yo, aman la fotografía, verla o hacerla y tienen el gen maldito de la plata en su sangre.
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